Cada vez más usuarios confían en ChatGPT como amigo o terapeuta digital. Expertos alertan sobre sus riesgos para la salud mental y límites como sustituto humano.
Cada vez más personas establecen relaciones emocionales con ChatGPT. Lo consultan como confesor, psicoterapeuta o incluso como un “amigo” disponible día y noche. Una usuaria contó que imaginó al chatbot caminando con ella por la Antártida y que, tras ese juego, sintió cariño hacia él.
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El fenómeno preocupa a expertos en salud mental. Aunque la herramienta no fue diseñada como terapeuta, su capacidad de conversación y memoria genera la ilusión de comprensión. Para muchos, resulta un alivio compartir problemas cotidianos con alguien que no juzga ni cobra. Sin embargo, psicólogos advierten que un chatbot no puede interpretar silencios, emociones profundas ni contextos personales.
Gabriel Eira, del Instituto de Psicología Social, señala que ChatGPT puede resultar “tan terapéutico como hablar con un espejo”. Sus respuestas plausibles convencen, pero se trata de simulaciones matemáticas, no de empatía real.
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Entre los peligros está la tendencia del sistema a “alucinar”, es decir, inventar respuestas cuando no sabe. Esto podría resultar grave en temas de salud mental. Además, refuerza actitudes narcisistas, ya que muchas de sus contestaciones confirman lo que el usuario espera escuchar.
Especialistas subrayan que ChatGPT puede ser útil como apoyo, pero no reemplaza la terapia profesional. Su éxito como acompañante digital reabre un viejo debate: ¿queremos máquinas que suplan el contacto humano? Para algunos, este es solo el comienzo de una relación que cambiará la forma en que entendemos la compañía.
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