Mujeres trans en Paraguay huyen de sus hogares para escapar de violencia y discriminación, sin leyes que las protejan y con una cultura marcada por el machismo.
En Paraguay, mujeres trans enfrentan discriminación y violencia desde la infancia. Muchas huyen de sus hogares sin apoyo familiar ni recursos, recurriendo al trabajo sexual para subsistir. La ausencia de un marco legal y la presión de una cultura conservadora convierten la migración en una estrategia de supervivencia.
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Alejandra Mongelós, de 20 años, abandonó su casa por primera vez a los ocho. Desde entonces vivió en más de 30 hogares temporales, donde sufrió maltratos y acoso. Su historia refleja la de muchas mujeres trans que se desplazan constantemente en busca de un espacio seguro.
El 90% de la población paraguaya es católica y el Partido Colorado ha gobernado casi sin interrupciones desde 1947. Sus discursos conservadores alimentan la exclusión. La educación sexual integral está prohibida y la “ideología de género” se convirtió en blanco electoral.
“La cultura machista niega el respeto a quienes no encajan en su visión binaria”, denunció Yrén Rotela, activista trans que creó Casa Diversa en 2018. Allí brinda refugio, alimentos y capacitación a mujeres trans desplazadas.
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Las agresiones contra personas trans no cuentan con registros oficiales. Organizaciones de derechos humanos denuncian que las autoridades desestiman las denuncias. Vidrios, piedras e incluso machetes forman parte de los ataques que enfrentan en la calle.
“Todas mis cicatrices son producto de la violencia”, contó Rotela, quien también migró y sobrevivió a la trata.
En Paraguay no existe ley de identidad de género ni reconocimiento de crímenes de odio. Activistas marchan cada 30 de septiembre para exigir reformas y recordar la persecución sufrida en tiempos de la dictadura.
“¿De qué sirve cambiar nuestros nombres si nos siguen matando?”, advirtió Rotela. La lucha continúa más allá de lo legal: buscan respeto, seguridad y dignidad.
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