

Lo que está en juego en el balotaje en Chile no es simplemente la elección del próximo presidente: el respeto a los derechos será protagonista principal.
Los escenarios políticos suelen ser situaciones que traen consigo sus complejidades. Complejidades que, claro, tienen su origen en las implicaciones que tienen las decisiones políticas dentro de la población, más aún cuando, como en Chile, se abre un espectro de cambio tan significativo que cimenta un espinoso camino de incertidumbre. Para lo que está por pasar en diciembre, se presentan opciones con clara tendencia de izquierda y derecha. No hay punto medio. Esa ausencia de punto medio significa que quien sea el ganador tomará decisiones de forma radical y que se podría intuir que será difícil llegar a consensos. Por lo anterior, esta dualidad ubica al país entre opciones de continuidad o reconfiguración total que afectarían proyectos y políticas que se han trabajado durante los últimos años.
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Las posiciones políticas, mediadas por intenciones, se convierten en acciones que están a favor y en contra de cuestiones particulares. Bajo la idea de progresismo, las opciones de izquierda terminan ofreciendo una defensa más marcada sobre temas como
- La migración
- La educación
- O la salud reproductiva
Esta última, vista desde, por ejemplo, el respeto a las tres causales, una circunstancia con ley vigente desde 2017. Ahora, desde otra orilla, se hallan las ideas conservadoras que encarna un conservatismo radical, compartido entre figuras y seguidores, que no está interesado en apoyar temas relacionados con los aspectos anteriormente relacionados; es más, la situación va más allá y casi que existen amenazas, no solo de no apoyar, sino de oponerse y trabajar por impulsar políticas en contra de avances previos que recibieron el aval de administraciones anteriores. El futuro en Chile pasa por una dualidad: una riesgosa decisión que tendrá que tomarse en las urnas en poco menos de un mes.
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